
Usted NO lo crea
Todavía existen, lamentablemente, numerosos mitos alrededor de la relación humano-perro y de la educación canina, y es preciso tener siempre en cuenta que no todo lo que escuchamos, vemos u oímos (en radio, tv, medios digitales o cuentas de RRSS) tiene necesariamente sustento en la evidencia científica disponible.
Toma nota de algunos de ellos, porque seguro te ayudarán a librarte de consejos que podrían dañar la relación con tu peludo.
1) TIENES QUE SER EL JEFE DE LA MANADA: Increíblemente, aún escuchamos a muchísimos tutores plantearnos que uno de los consejos que han recibido es que deben ser los “jefes” de su perro, para “mostrarles quién manda en casa”. Pues bien, los perros no se configuran socialmente con los humanos en torno a un escalafón jerárquico inamovible en el que se requiera la figura de un “jefe” o un “Alfa” que imponga las reglas por la vía de la jerarquía estricta, rígida y dura.
No señor, no señora. La evidencia científica actual nos muestra que los perros son animales domésticos sociales, no “animales salvajes de manada” y, en consecuencia, requieren incorporarse a un grupo social (familia) para funcionar de manera colaborativa y propositiva, compartiendo normas comunes y aprendiendo día a día de la mano -ojalá- de sistemas de educación basados en el refuerzo positivo que aseguren una adecuada gestión emocional, que no menoscaben ni física ni mentalmente al perro y que antepongan el bienestar animal por sobre cualquier otro objetivo.
La teoría “Alfa” fue enarbolada en 1970 por el Dr. David Mech, quien estudió lobos en cautiverio, y publicó un libro del que muchos profesionales de la conducta animal se afirmaron para impulsar sistemas de educación y adiestramiento canino muy jerárquicos y rígidos, incluso dando paso a la aparición de herramientas aversivas para conseguir sus objetivos. Casi entrando en los 2000, Mech advirtió a la comunidad científica que su primera teoría no era correcta, que no existía la figura del “lobo Alfa”, y que más bien los lobos se ordenan en una estructura social dinámica y colaborativa. Entonces, si alguien les recomienda esto: ¡Next!
2) UN COLLAR DE AHORQUE BIEN USADO ES TOTALMENTE INOFENSIVO: ¿En serio creemos, en pleno siglo XXI, que ahorcar a un perro para “educarlo” es un método amable y respetuoso de su bienestar? El debate sobre las herramientas aversivas no es nuevo, y para tomar decisiones sobre su impacto hay que ir a la ciencia, no a la retórica. Si se revisa literatura médico veterinaria, salta a la vista que cualquier sistema de ahorcamiento puede generar -en el aspecto físico- daño capilar, daño muscular; problemas de irrigación sanguínea cerebral; colapso traqueal; daño a la tiroides; aumento de la presión intraocular; y dificultad respiratoria; entre otros. En el aspecto emocional, el ahorque puede generar miedo, inseguridad, estrés innecesario, ansiedad, problemas de adaptación, asociaciones negativas y muchos otros problemas relacionados, incluso, con conductas agresivas hacia otros perros o hacia personas.
No señor, no señora. Ahorcar a su perro para que deje de jalar la correa o para que se siente cuando usted se lo pida NO es un mecanismo que dialogue sanamente con su bienestar. Es nocivo, es peligroso, pone en riesgo su salud y daña el vínculo humano-animal. Cuando alguien le proponga esos artilugios: ¡NEXT!

3) TRAE A TU CACHORRO AL CANIL PARA QUE APRENDA A SOCIALIZAR: Es un consejo peligroso. Los caniles -entendiendo éstos como espacios cerrados exclusivamente para perros- pueden ser un lugar muy positivo para el encuentro y la interacción intraespecífica (entre perros), pero también pueden ser el escenario perfecto para vivir malas experiencias y comenzar a tener problemas conductuales que después terminen afectando la relación social. Está bien que un cachorro aprenda desde pequeño a relacionarse e interactuar -ojalá- con todo tipo de perros y personas, pero esto debe darse en escenarios que le beneficien desde el punto de vista de su aprendizaje para acumular buenas experiencias, asegurar una adecuada gestión emocional y crear un acervo conductual que le permita a futuro, siempre de la mano de su grupo, tomar buenas decisiones. En un canil se produce un fenómeno que nosotros llamamos “interacción forzada u obligada”, es decir, en un canil el cachorro estará obligado a relacionarse y gestionar la presencia de todos los perros que hay en el lugar, sin opción de elegir y sin opción de retirarse si así lo desea. Un cachorro, y todo perro en general, debe tener posibilidad de elegir sus interacciones. Las malas experiencias en edades tempranas pueden provocar situaciones traumáticas que suelen ser la puerta de entrada a respuestas adaptativas asociadas a las conductas reactivas, e incluso a episodios de agresión. ¡Y cómo no! Si cada vez que el cachorro ingresa al canil es revolcado por un grupo de 5 o 6 perros, lo mínimo es que a la segunda o tercera vez comience a gruñir y levantar sus belfos (mostrando los dientes) apenas los vea para advertirles que mantengan distancia porque no está cómodo con ese tipo de interacciones. Pero como muchas veces lo dejamos pasar, el perro termina mordiendo y ahí todo se nos complica. Por ende, cuando escuchen ese consejo: ¡NEXT!
Para abordar la relación con los caninos es preciso escapar de los “lugares comunes”. ¿A qué nos referimos con esto? A esos consejos que se repiten de boca en boca, pero que carecen de sustento en la evidencia.
Si se quiere aprender a convivir adecuadamente con los caninos, el mejor camino es revisar la evidencia científica y asesorarse por profesionales actualizados/as de la conducta.
Existen organismos que velan por el bienestar animal y por una sana convivencia interespecie, como la IAABC (Asociación Internacional de Consultores del Comportamiento Animal). Y en Chile existen también la Asociación de Etología Clínica Veterinaria (ASECVECH) y el Colegio Médico Veterinario (COLMEVET), instituciones que abogan por el bienestar animal y que pueden ser fuente de información fidedigna, confiable y científicamente actualizada.
La relación con los perros no es un juego. Debemos tomarnos en serio nuestro rol como tutores y tutoras, porque el bienestar del perro depende exclusivamente de nosotros.

Por Juan Andrés Inzunza B.
Educador Canino y Adiestrador Entrenador Canino Acreditado International Association of Animal Behavior Consultants (IAABC – ECA) Director Educandogs® www.educandogs.cl @jib_educandogs